sábado, 26 de mayo de 2012

De bancos y sociólogos

Es cierto que la huelga de la comunidad educativa del martes pasado dejó mal sabor de boca. Y es que ya no se sabe que tienen que hacer estos tecnócratas que nos gobiernan para que la ciudadanía diga que hasta aquí hemos llegado. Ni siquiera la noticia de que el dinero que se iba a recortar (sí, el verbo es "recortar" aunque no les guste) a  Sanidad y  Educación, iban a dedicarlo a sanear a una de las entidades bancarias responsables de que estemos como estamos, dejó las aulas vacías.
La sensación de que ya no hay nada que hacer cada día cunde más en las salas del profesorado, en los almuerzos de familia, en las tertulias del café. Es como si esta marea oscura que comenzó en los espacios  etéreos e incomprensibles de los índices bursátiles, hubiera inundado cada acto y pensamiento en esta España que se ha acostumbrado a vivir en una crisis perpetua. Que hay que pagar más por ir a la Universidad, pues, bueno, o se paga o no se va. Que nuestros niños van a estar codo con codo con sus cuarenta compañeros, en el mismo espacio en el que antes estaban con treinta, pues se ponen a dieta de dulces y de conocimientos, y a otra cosa. Que nuestros mayores tienen que estirar aun más sus pensiones para ir a la farmacia, pues que no enfermen o se mueran directamente.
Eso lo debe de entender muy bien nuestro sociólogo de cabecera, el Ministro Wert, que para algo es sociólogo de máster. Cuando le ofrecieron la cartera, debió pensar que su ignorancia sobre normativa educativa y teoría pedagógica, no era ninguna dificultad para su cargo. Sabía mucho de sondeos de opinión, medios de desinformación y cosas de esas que le han servido, seguramente, para intuir que hiciera lo que hiciera, los españoles estarían más ocupados en la tarea de llegar a fin de mes y no perder su puesto de trabajo en el intento, que en reflexionar sobre inversiones de futuro. Al fin y al cabo, dirá el padre de familia o el maestro, bastante tenemos con lo que tenemos para ponernos ahora a salvar generaciones perdidas.
Una generación perdida, se dirá Wert, es solo eso, una generación perdida. Sin embargo, un banco perdido es una catástrofe en toda regla.

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