viernes, 11 de mayo de 2012

Razones para una protesta

Si William Wallace levantara la cabeza, la volvería a enterrar entre los gusanos compañeros de su cuerpo durante los más de 7 últimos siglos. Wallace, o Copérnico, o Galileo, o Jesucristo. Jesucristo que desde luego no leería La Razón, y menos el panfleto episcopal que se adjunta semanalmente con ¿noticias? de la Iglesia (noticia tiene como característica principal la novedad, algo que no casa bien con la Iglesia. Quizá porque ambas palabras son femeninas, y su matrimonio, según la teoría de las peras y las manzanas de Ana Botella, no es posible). En fin, que lo que me viene aquí a vomitar unas cuantas palabras entrelazadas es el despertar de este viernes 11. Vomitar no es una palabra que haya salido por casualidad. Náuseas es lo que me provoca normalmente la prensa reaccionaria y los portadores de los argumentos de la misma (véase Alfonso Ussía o César Vidal). Náuseas, pero sobre todo la punta de su iceber, la que intenta vender periódicos. Después escuchas a miembros de esa misma prensa en otro contexto, tal y como lo hice ayer con la directora adjunta de La Razón en La Ventana de la Cadena Ser, y aunque puedas estar o no de acuerdo, lo que explica me parece correctamente argumentable. No hay falacia. Pero amigo, hay que vender el periódico. En este caso, el mismo que se ofrecía con un croissant las mañanas del domingo. Ni en la iglesia se repartía, se contaba. Pues bien, hablo de la cruzada llevada a cabo por La Razón en contra de los catalogados por este mismo diario, como instigadores de las revueltas estudiantiles, presuntamente violentas, que conllevarían la quema de contenedores y la muerte de numerosos civiles. Todo por unos recortes en educación, que en realidad son necesarios para que la sociedad se percate de la inopia en la que hemos vivido desde que se universalizó la educación sin cobrar peaje por ello. Por supuesto, los analistas conservadores, nos veían desde fuera conversando entre ellos: “verás cuando se den cuenta de que el dinero se acabó”; “lo están malgastando”. Ahora salen a contarnos que nos avisaron. Y a minusvalorar y desdeñar las voces que discrepan con su opinión. La única viable por supuesto. Por ello, el jueves amanecía con la portada tendenciosa: “Los malos estudiantes agitan la educación”. Seis palabras, solo seis, que encierran una mezcla de mentira, intento de manipulación y miedo, que llevaba sin ver en la derecha. Ante tal hecho y tras mi larga introducción para mis ideas, me gustaría asentar dos pensamientos de manera concreta a través de las palabras: a)Para defender los derechos más elementales de las personas, no hace falta ser un letrado, un experto en la materia sobre la que se discute o una persona que lleve 60 lustros investigando sobre el tema. Entre otras cosas, le quedaría poca vida para defender lo que hubiera investigado. Por esa regla de tres, y quizá rozando la demagogia, pero no cayendo en ella, no podría convencerme nadie que no fuera el Papa o un miembro de la iglesia muy bien colocado, de que existe dios. Para defender un derecho, basta con sentirse atacado. Es suficiente la sensación de que hay algo injusto. Incluso aun siendo verdad que estos jóvenes no tengan un excelente expediente, no importa. Está en juego la educación. No un puesto de trabajo de estos líderes sindicales. Son meros conovocantes de una manifestación que cuenta con el apoyo de gran parte de la mayoría. b)El número de las personas en una manifestación no altera la validez de lo que se manifiesta. De ahí acordarme, al principio del vómito, de grandes héroes de la historia, a los que si se hubiera valorado por la corriente de personas que arrastraba, jamás hubieran conseguido su objetivo. No me importa que sólo hubiera 28 personas en la puerta de La Razón manifestándose por el ataque de la portada. Me importa que no había nadie en la puerta del resto de los periódicos manifestándose. Una idea está creada. Es suficiente, no hace falta más. Da igual que sean cuatro gatos, si es que lo son. Que es como se les desprecia. También serían cuatro gatos los que empezaran a ponerse en contra de Franco, o de cualquier otro dictador, y no por ello su idea tenía menos valor. No importa la cantidad, sino la calidad. Y en este blog, que recoge el nombre de uno de esos héroes anónimos que no llegaron a pasar a la historia, siempre habrá espacio para destacar el movimiento que no es de masas. No posicionaré mi postura ideológica sobre los recortes, la portada o la forma de manifestarse (aunque está claro que se puede intuir). No quiero, lo dije desde un principio, conversar sobre política, porque para eso está la reunión física. Pero sí quiero aclarar, a quien tenga el valor de haber llegado hasta aquí, la manipulación que algunos periódicos realizan. Y lo hacen todos. Pero La Razón, esta semana, rozó el escarnio. Por último, una última reflexión: ¿no parece sorprendente que la educación pública, tema que nunca importó a La Razón, se haya convertido en caballo de batalla esta semana y tema principal, cuando se estaba desmoronando el cuarto banco de Espana? Pues ahí tienen señores, la causa de esta manipulación previamente descrita. D.A.R.

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