domingo, 12 de diciembre de 2010

Escribir.Arte.


El artista es el creador de cosas bellas. Revelar el arte y ocultar al artista es la finalidad del arte.

El crítico es el que puede traducir de un modo distinto o con un nuevo procedimiento su impresión ante las cosas bellas.

La más elevada, así como la más baja de las formas de crítica, son una manera de autobiografía.

Los que encuentran intenciones feas en cosas bellas, están corrompidos sin ser encantadores. Esto es un defecto.

Los que encuentran bellas intenciones en cosas bellas, son cultos. A éstos les queda la esperanza.

Existen los elegidos para quienes las cosas bellas significan únicamente belleza.

Un libro no es, en modo alguno, moral o inmoral. Los libros están bien o mal escritos. Esto es todo.

La aversión del siglo XIX por el Realismo es la rabia de Calibán viendo su cara en el espejo.

La aversión del siglo XIX por el Romanticismo es la rabia de Calibán no viendo su propia cara en el espejo.

La vida moral del hombre forma parte del tema para el artista; pero la moralidad del arte consiste en el uso perfecto de un medio imperfecto.

Ningún artista desea probar nada. Hasta las cosas ciertas pueden ser probadas.

Ningún artista tiene simpatías éticas. Una simpatía ética en un artista constituye un amaneramiento imperdonable de estilo.

Ningún artista es nunca morboso. El artista puede expresarlo todo.

Pensamiento y lenguaje son, para el artista, instrumentos de un arte.

Vicio y virtud son, para el artista, materiales de un arte.

Desde el punto de vista de la forma, el modelo de todas las artes es el del músico. Desde el punto de vista del sentimiento, la profesión de actor.

Todo arte es, a la vez, superficie y símbolo.

Los que buscan bajo la superficie, lo hacen a su propio riesgo.

Los que intentan descifrar el símbolo, lo hacen también a su propio riesgo.

Es al espectador, y no la vida, a quien refleja realmente el arte.

La diversidad de opiniones sobre una obra de arte indica que la obra es nueva, compleja y vital. Cuando los críticos difieren, el artista está de acuerdo consigo mismo.

Podemos perdonar a un hombre el haber hecho una cosa útil, en tanto que no la admire. La única disculpa de haber hecho una cosa inútil es admirarla intensamente.

Todo arte es completamente inútil.

Oscar Wilde. El Retrato de Dorian Gray.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Cielo en la tierra

Andamos buscando lo que no tenemos. Desde que comenzamos a caminar por el mundo. El juguete del vecino, el coche del compañero de trabajo, la novia del amigo en el caso de las cosas concretas, o personas. Incluso la doctrina cristiana, que tanto tiempo ha sido base del pensamiento occidental, insta a vivir pensando en una vida mejor. En el cielo. Así pasamos los días, soñando con el sueldo que llegará, la novia que vendrá, el momento que tendremos. Viviendo en futuro. El problema surge cuando no sabemos si por lo que trabajamos será algún día real. Por eso, las personas dejan de creer en Dios, porque no es creíble que exista una vida eterna. Y por eso, la sociedad empieza a dejar de creer en los mercados, porque nos engañó una vez, garantizándonos la tierra prometida, y ahora andamos por un desierto sin guía.
Que todo es una mentira, es un tópico manido, que de tanto nombrarlo parece haberse quedado vacío. Pero asuntos como la filtración de los papeles del Estado de Norteamérica, y el conocimiento de que muchas de las promesas que hemos escuchado en los últimos años, nunca podrían haber sido verdad, nos hace chocarnos de nuevo contra el suelo. Toda la confianza que algunos habíamos adquirido, ha sido desperdiciada por los cables de los embajadores norteamericanos. Y la mentira se vuelve tan dispersa e invisible, que parece la verdad que nos rodea.
Lo peor no es que nos mientan. Lo más negativo es que comiencen a dibujarnos un escenario irreal, infiel. Del que no podamos creernos nada. Porque entonces, acabaremos paralizados.

Y la iglesia bien sabe de esa parálisis fruto de la mentira.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Cuando sólo queda la palabra

Desnudos. Ambos se miraban, se frotaban los ojos, y aferraban sus manos a aquella cornisa que les unía. Suspendidos sobre el vacío. Recordados por el pasado. Sus voces, quebradas, casi susurros, no alcanzaban el tono suficiente como para despertar a nadie. Tampoco querían hacerlo.
Habían hablado tanto que pronto callaron. Se observaron, se palparon para recordar las cuencas de los ojos, la nariz, la boca. Pasaron sus orejas entre los dedos, acuchillaron el pelo con sus manos. Todo sin hablar. Se habían desnudado tantas veces con la palabra… Las formas verbales habían sido su único cable con el que mantuvieron el contacto hasta entonces. Pensaban que les sobraba. Querían deshacerse de ella.
Lo que los había mantenido con vida, lo despreciaron. No pensaron en el error. La palabra, lo escrito, lo no volátil. Eso, los había llevado hasta allí. Se curtieron en campos desiertos, donde trataban de plasmar lo que sentían. Esfuerzo agotador. Esa palabra, había ido poco a poco desnudándolos. El orgullo era el ropaje más vasto. El más costoso de arrancar. Entre besos adjetivados, sexo encerrado en sustantivos y abrazos que se escondían en atributos, fueron sacando la cabeza primero, para desprenderse del maldito orgullo con los brazos y pies finalmente.
Ahora estaban desnudos frente a frente. Y sólo les quedaba la palabra. Pero al fin, habían comprendido lo potente que era.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Hipocresía...

Suena el despertador, te levantas, refunfuñas, abres los ojos, maldices. Te duchas, agua fría, ahora excesivamente caliente, el calefactor se para cuando sales, maldices. Toalla mojada, desayuno frío, café hirviendo, día lluvioso. Atasco, impuntualidad, marrones, órdenes, cambios, prisas, móvil, ruido, parón. Comer pensando en la cena, tomar café soñando con la cama, leer una página intuyendo la siguiente, esperar dinero con los bolsillos vacíos. Y todo vuelve. La radio clama contra el gobierno. El semáforo se pone en rojo, la velocidad para. El silencio habla. El teatro te ha vuelto a ganar. La hipocresía del sistema te ha engullido y apenas has podido moverte. Vas caminando por un carril lleno de trampas, alentado para que llegues por los mismos que quieren que caigas. Te sientes como si estuvieras dentro de una casa de cristales. Sin saber cuál es el reflejo, y cuál es el cuerpo. Sueñas con llegar a la verdad del sentimiento, y para llegar hasta él, atraviesas mentiras.
De repente un papel te hace parar, clamar, sentirte agredido por el mismo que te empujaba. Y vuelves a ser un niño. Indefenso, aplacado por las reglas. Me siento descolocado. Desubicado. La ética camina hacia un lado. Mis acciones hacia otro. Hago lo que no pienso. Y no puedo evitarlo. El futuro parece más negro aun y miro hacia atrás y alguien ha cerrado la puerta de entrada. Atrapado busco salida, pero sólo puedo huir hacia delante.
Como este texto ya no sé si soy yo, tú o él. Sólo quiero un cuerpo delante. Que me hace olvidar. Una mirada, un gesto, un microhabitat que sólo yo pueda entender. Entonces el ojo no me ve. No puede entrar. Estoy yo, pero también tú, y también nosotros y ellos. Mi universo, sin reglas, sin velocidad, sin ruido. Quién diría que tan sólo necesitaba aquel olor guardado en una colcha.

lunes, 4 de octubre de 2010

Pregunta

¿Qué hacemos los periodistas con todas las notas de prensa, información en folletos, publicidad, escritos, comunicados, actas, planos, cuadrantes, estadísticas, datos y cifras que recibimos en mano cada día?

¿Existe alguna dimensión destinada para ello?

Me gustaría saberlo.

Lunes.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Árbol sin tierra

Paseaba uno de estos días por la ciudad de Córdoba, estrecha y que huele a tierra mojada en estos días, sin que la mayoría de las veces se vea la lluvia. Córdoba que se encuentra inmóvil ante lo que la realidad le ofrece. Con el horizonte puesto en la capitalidad cultural, los temas van pasando por "la llana" sin calar en la ciudadanía. Durán, Blanco, Palacio del Sur, los impuestos... una maraña de asuntos que mueren en el intento de ser piedra angular de las semanas inmóviles de la ciudad. Unos por el cansancio, como el Palacio del Sur, otros por el desconocimiento del origen del problema, como el pago de los impuestos, y unos últimos, los más tristes, los que quieren pero no pueden, como el candidato a la alcaldía del PSOE, Durán.
Hablaba mientras paseaba con un buen amigo. Un cordobés que intenta saber de lo que pasa a su alrededor, que valora la actualidad y que no sabía apenas de lo que pasa en Córdoba. Caminando en paralelo a la muralla, que un día un fue la catapulta de noticias de occidente, me di cuenta de que los medios de comunicación cordobeses no son capaces de llegar al ciudadano. Que los temas estrella se revelan solos, y que los que no pasan de mitad de tabla los propios periodistas los matamos noticia a noticia. Y eso le pasaba a mi amigo, que sabía más sobre las primarias de Madrid, que sobre la lucha en el PSOE de Córdoba, y conocía mejor la negociación por los presupuestos entre PNV y el gobierno, que el pago de la deuda municipal en solares.
Existen noticias que crecen y crecen como si fueran un árbol. La actualidad las riega y ellas se dejan llevar por las páginas de periódicos, por los boletines de la radio y entre los informativos de las televisiones locales. Llega un momento en el que son tan frondosas que es imposible verle el origen, la tierra, de dónde sale. Por ello, los periodistas podemos y debemos intentar explicar las noticias de la actualidad con su contexto. Ese contexto que ponga en situación, que no desconecte al oyente, espectador o lector.
El cordobés necesita saber de lo que le rodea, y a pesar de que el bombardeo de noticias nacionales es tan intenso que es difícil luchar contra él, los medios de comunicación deben intentar al menos poner en relieve lo que pasa en la undécima ciudad por población de España. Queramos nuestra información, que será el espejo desde el que reflejaremos nuestra presencia ante los demás.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Huelga 29-S

Aquella situación bien podía valer para una escena de una obra disparatada, o una historia que bajara hasta el ridículo más extremo, para hacer gracia a los demás. La humillación era tal que daba risa, y si hubiera sido un cuadro sería uno de esos estridentes, chillones, ilógicos que decoraron los pasillos del siglo XVIII. Aquellos dos hombres cincuentones, sudorosos por aquel verano extremo, activos, nerviosos y sobreexcitados se mostraban frente a aquellos cuatro periodistas imberbes que disfrutaban de una mañana tranquila de agosto. La crisis económica agobiaba tanto al Estado que había tenido que fusionar varias instituciones, y con ello el trabajo de algunos funcionarios había tenido el mismo destino que una bolsa de basura. Se había mandado a un contenedor. Tal y como se hace con la chatarra, el valor de los años trabajados se había pagado y adiós muy buenas.

Ellos eran representantes de un grupo de 2000 personas. Algo a lo que nunca hubieran pensado llegar. Todo fue circunstancial. Aquel joven que le preguntó al más mayor y con cara de despierto al llegar a la primera concentración, unido a la popularidad de la pareja por ser personas agradables y con gran tema de conversación, provocó que fueran ganando presencia dentro del grupo.

Y finalmente podían cambiar el mundo. Estaban en el sitio. Pero no estaban preparados. Nunca lo podrían estar. Y la boca de aquella coyuntura económica se relamía pensando en que pronto caerían otros dos.

jueves, 15 de julio de 2010

Como el cristal de una bombilla...

Hoy, escuchando Hora 25 de la Cadena Ser, supe que Mariano Rajoy, líder del PP, había calificado la gestión del presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, frágil como el cristal de una bombilla. Todo ello en el contexto del debate del Estado de la Nación. Entonces, me dio por pensar en los símiles y metáforas que intentan facilitar nuestra vida, para que lleguemos a comprender lo que se siente, o lo que representa cualquier hecho o idea. Por ejemplo, durante estos días, con la victoria del mundial, fueron muchísimas las expresiones del tipo: "esto es como tener un hijo" o "la pierna de Iniesta era apoyada por todos los españoles".

Este pensamiento me llevó a mi inacabable búsqueda por expresar sentimientos, tanto míos como generales. Me di cuenta de que cada día intentamos expresar más allá de lo que las palabras pueden cualquier situación, y para ello intentamos mostrarlo con otras situaciones mucho más palpables, manejables, o que se resuelven de manera parecida a lo que intentamos contar.

Me imaginé a Mariano Rajoy en su casa procurando dar una vuelta de tuerca más para conseguir hacer entender a los españoles lo mal y lo nefasto que es Zapatero para el país. Lo inventé sollozando en su cama al ver las encuestas, no porque no consiguiera despegar totalmente de su rival político, sino porque nunca es capaz de alcanzar cotas decentes de confianza. Y por ello, su verbo lo miraba, interrogándole sobre su incapacidad para expresar lo que siente. A fin de cuentas, Rajoy no sabe decir lo que piensa, lo que nota, y se encuentra en un laberinto donde nunca encuentra la puerta adecuada.

Claro que eso también puede ser incapacidad.

Entonces, pegué un pellizco de pan de ayer. Estaba duro. Se me ocurrió una metáfora más. Los momentos en los que reímos, y somos esencialmente felices son un trozo de pan, sabrosos al principio, que se van haciendo duros e insípidos con el tiempo.

Y seguí buscándola.

miércoles, 7 de julio de 2010

Tierra de nadie




Sentimientos que no nacen. Se enquistan como si no pudieran circular, y acaban por ahogarnos. No se pueden forzar, ni animar, ni rezar por su aparición. Esperan el momento para atacar sin avisar. Sin preguntar.

Días largos, sin besos guarros son peores aún. Sin ver nada, hay poco que escribir. La realidad está ahí fuera esperándonos para ser analizada. Pero es fría. Y no es lo que necesito ahora.

Mis párrafos mueren lentamente, como mis ganas de hacer las cosas. Supongo que esta será la sensación que tengan los que arrojan la toalla de la vida. Conjeturo (aunque la palabra sea horrible tanto en su fonología como aspecto) que cuando las ganas por hacer cualquier cosa durante el día, mueren en el momento de ponerse de pie, se debe estar en depresión. Yo aún no lo estoy ni la veo de lejos, pero sí es cierto que siempre me sentí tentado por ver hasta dónde puedo llegar. Quizá esté haciendo lo mismo pero con mi interior. O quizá sólo sean días.

La cosa, el asunto, el tema, es que observo fotografías antiguas, escucho canciones, recuerdo situaciones. Me veo evolucionar, mejorar, empeorar... De telón de fondo bancos, plazas, estatuas ecuestres, paredes. Objetos que vieron tanto que perdieron la memoria. Yo aún no la perdí. Y por eso me invade de pronto la melancolía. Y con ella, las ganas de cambiar, el ímpetu por dejar todo lo vivido por fin atrás. De pintar una nueva etapa. De crear lo que aún está sin empezar. De formar, a fin de cuentas, un nuevo baúl de recuerdos, amigos, canciones, risas, besos y amores.

Y de repente... vuelvo a tener ganas. Sí. No os preocupéis. Sigo vivo. Yo mismo (no mi corazón) lato sentimientos.

jueves, 1 de julio de 2010

¿Por qué?



Porque no quiero estar callado. Porque me apetece hablar. Y porque descubro muchas cosas al día que quiero contar, y que siempre que lo hago de forma oral, ocurre que no llego a transmitir lo que realmente quiero expresar. Por todo ello... Y sobre todo porque me esperan días largos y aburridos.

Brindo por Riyad Ibrahim Hussein, ministro de sanidad de Irak en 1983 que fue capaz de decirle a su gobernador, Sadam, que debería dimitir para que la guerra que estaba manteniendo su país con Iran disminuyera en su fuerza. Murió con un tiro en la cabeza, y acabó descuartizado en una bolsa que su mujer recogió al siguiente día. Pero gracias a aquel suceso, hoy tengo un inicio para mis líneas. Porque un día como hoy, anodino, de principio de verano, tenía que dar como resultado una creación inexplicable. Bienvenidos.