miércoles, 7 de julio de 2010

Tierra de nadie




Sentimientos que no nacen. Se enquistan como si no pudieran circular, y acaban por ahogarnos. No se pueden forzar, ni animar, ni rezar por su aparición. Esperan el momento para atacar sin avisar. Sin preguntar.

Días largos, sin besos guarros son peores aún. Sin ver nada, hay poco que escribir. La realidad está ahí fuera esperándonos para ser analizada. Pero es fría. Y no es lo que necesito ahora.

Mis párrafos mueren lentamente, como mis ganas de hacer las cosas. Supongo que esta será la sensación que tengan los que arrojan la toalla de la vida. Conjeturo (aunque la palabra sea horrible tanto en su fonología como aspecto) que cuando las ganas por hacer cualquier cosa durante el día, mueren en el momento de ponerse de pie, se debe estar en depresión. Yo aún no lo estoy ni la veo de lejos, pero sí es cierto que siempre me sentí tentado por ver hasta dónde puedo llegar. Quizá esté haciendo lo mismo pero con mi interior. O quizá sólo sean días.

La cosa, el asunto, el tema, es que observo fotografías antiguas, escucho canciones, recuerdo situaciones. Me veo evolucionar, mejorar, empeorar... De telón de fondo bancos, plazas, estatuas ecuestres, paredes. Objetos que vieron tanto que perdieron la memoria. Yo aún no la perdí. Y por eso me invade de pronto la melancolía. Y con ella, las ganas de cambiar, el ímpetu por dejar todo lo vivido por fin atrás. De pintar una nueva etapa. De crear lo que aún está sin empezar. De formar, a fin de cuentas, un nuevo baúl de recuerdos, amigos, canciones, risas, besos y amores.

Y de repente... vuelvo a tener ganas. Sí. No os preocupéis. Sigo vivo. Yo mismo (no mi corazón) lato sentimientos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario