Sobresalta. Escuchar en poco más de un día, deshojados, cuatro nombres, sobresalta. Primero el titular, después el detalle de la entradilla. Lugar, edad, instrumento, antecedentes. Sobresaltan.
Es mayo y primavera. El amor, dicen, florece en cada esquina. Las miradas se buscan. Las yemas de los dedos se acarician. Se hacen promesas. Ya sé que es una cursilada. Un ripio. La floritura de poetas que no saben llegar a la esencia. Y sin embargo, prefiero esas palabras adornadas de tópicos a la realidad que este mayo, extraño y lluvioso, ha decidido desnudar.
El amor mata. Y mata cada pocos segundos. De diferentes formas y en distintos lugares. Se viste el amor de amor y mata.
Esta semana nuestra vista ha quedado cuatro veces fija en la pared. En la primera, hemos pensado en cuánto tiempo hacía que no oíamos hablar de una mujer asesinada. En la segunda, horas después, en qué causalidad que se den dos muertes tan sucesivas. En la tercera y la cuarta, la piel se ha sobresaltado.
Mayo es el mes del amor. Pero, ¿qué ocurre cuando las parejas, saltándose las leyes matemáticas, ya no son dos, sino dos más el miedo? ¿Cuando los ojos no se encuentran salvo en el odio? ¿Cuando las yemas no acarician sino matan? Pues que quizás todo fue una entelequia. La entrega que el asesino fingió sentir ante la víctima , mientras ponía su mano en su cintura, era el preámbulo de una tortura. Su solícita atención, el prólogo de las cadenas que iban a asfixiarla durante años antes de decidir que era el momento de dejar de jugar con ella. Aquel ramo de margaritas que entregó simulando ser el amante entregado. el anticipo de los crisantemos que poblarían su tumba.
Maldito mayo. Cuatro nombres de los que solo sabremos que fueron mujeres que amaron. Que no fueron amadas. Que soñaron con ser amadas. Que quizás, alguna noche, se despertaron renegando del amor. Del falso amor de una sociedad que impone una sentencia de muerte. La de aquella que ha inventado los mayos para enmascarar el mando de aquellos que nos echan de las casas, de los que solo van a permitir que se eduquen los suyos, de los que piensan que la riqueza es suya y todo está permitido, de los que creen que existe un libro en el que la supremacía del hombre sobre la mujer ha sido otorgada por el poder de un dios.
Sobresalta. Esta semana. Hasta que se nos olvide otra vez.