sábado, 22 de septiembre de 2012

22 de Septiembre

Yo llevaba un vestido azul y una cinta dorada en la frente. Él, una camisa blanca y una barba poblada. Yo llegué corriendo, casi si aliento, con las margaritas sudadas entre mis dedos. Él vio cómo el autobús tenía que pararse ante un convoy militar y se bajó y corrió todo el puente, también sin aliento. Los dos nos miramos un instante, solo un instante, antes de que el ujier nos nombrara. Los dos nos sentamos ante el juez, soslayando por el rabillo del ojo la sonrisa de Luna, con su vestido de croché, todo azul. Y tan guapa!. No recuerdo lo que dije. Ni lo que dijo. Algo diríamos porque todos gritaron y aplaudieron. Todos nos esperaron a la salida y tiraron arroz. Todos anduvieron cogidos del brazo hasta mi casa. Todos comieron y bebieron. Las vecinas regalaron jarrones, los padres de uno y de otro lloraron. Y nosotros nos seguíamos mirando. Solo un poquito. Lo justo. Como hasta ahora. Dejando espacio. Amándonos en esa distancia respetuosa del que sabe que decir "sí, quiero" solo significa: "compartiremos una vida, aunque tú sigas siendo tú y yo no seré tu espejo sino que me buscaré el mío propio para  amarte" Lo demás, es historia. Un David que nos engrandece y la sonrisa de Luna sobre sus hijos.

viernes, 14 de septiembre de 2012

14 de septiembre

Ya. No servirá de nada. Lo saben. Lo sabemos. Mañana será el momento de las cifras. Al alza. A la baja. También el de las fotos de un Madrid ocupado. Fotos desde todos los ángulos y perspectivas. Desde arriba,     con rostros en primera plana, brazos en la lejanía, en picado... El de las declaraciones. En portada, en la página dos, en directo;  recopiladas tras los "graves altercados" ante las embajadas estadunidenses; O ninguneadas, tras la última reforma populista del código penal y la tristeza de Cristiano.
No servirá de nada. Pero esta noche, en los autobuses, en las paradas para el bocadillo, en las canciones, en los reencuentros de amigos olvidados, en las consignas, en el sueño que vence, en la incomodidad eufórica de los asientos de los autocares, nadie piensa en ello.
Todos entonan una especie de esperanza que les sube desde el tobillo hasta las manos. Todos piensan que van a ser oídos por el que se esconde tras una cruel tibieza, aquella que les lleva a la pérdida en un solo año de todo lo que parecía inamovible. Lo conquistado.
No servirá de nada pero esta madrugada todos hacen como si no lo supieran.