jueves, 9 de diciembre de 2010

Cielo en la tierra

Andamos buscando lo que no tenemos. Desde que comenzamos a caminar por el mundo. El juguete del vecino, el coche del compañero de trabajo, la novia del amigo en el caso de las cosas concretas, o personas. Incluso la doctrina cristiana, que tanto tiempo ha sido base del pensamiento occidental, insta a vivir pensando en una vida mejor. En el cielo. Así pasamos los días, soñando con el sueldo que llegará, la novia que vendrá, el momento que tendremos. Viviendo en futuro. El problema surge cuando no sabemos si por lo que trabajamos será algún día real. Por eso, las personas dejan de creer en Dios, porque no es creíble que exista una vida eterna. Y por eso, la sociedad empieza a dejar de creer en los mercados, porque nos engañó una vez, garantizándonos la tierra prometida, y ahora andamos por un desierto sin guía.
Que todo es una mentira, es un tópico manido, que de tanto nombrarlo parece haberse quedado vacío. Pero asuntos como la filtración de los papeles del Estado de Norteamérica, y el conocimiento de que muchas de las promesas que hemos escuchado en los últimos años, nunca podrían haber sido verdad, nos hace chocarnos de nuevo contra el suelo. Toda la confianza que algunos habíamos adquirido, ha sido desperdiciada por los cables de los embajadores norteamericanos. Y la mentira se vuelve tan dispersa e invisible, que parece la verdad que nos rodea.
Lo peor no es que nos mientan. Lo más negativo es que comiencen a dibujarnos un escenario irreal, infiel. Del que no podamos creernos nada. Porque entonces, acabaremos paralizados.

Y la iglesia bien sabe de esa parálisis fruto de la mentira.

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