sábado, 12 de mayo de 2012

Vaivenes

Yo tengo un trabajo que es como la antigua mili, en la que los hombres se encontraban durante un tiempo prudencial, sentían cosas muy fuertes, bebían, comían, sufrían, tenían el subidón del cariño desmesurado y luego, en una noche. lo olvidaban todo y retornaban a su vida antes de. Mi trabajo va de eso. Pero con repetición. Todos los cursos contemplo caras nuevas, siento sus penas y sus momentos de euforia. Su rechazo y su cercanía (eso, de vez en cuando) Me aprendo sus nombres (nunca sus apellidos) Comparto una hora con ellos, o nos tomamos un café. Nunca nos formamos en montar un arma, pero muchas veces tenemos un enemigo virtual común y diseñamos estrategias. No dormimos juntos pero pasamos tardes en compañía, momentos duros, otros no tanto. Y ahora debo acostumbrarme a no verlos más. Yo también empecé como ellos. Cogiendo mi bolsa, dejando mis cuatro paredes confortables, a veces abandonando a mis hijos, al amor de mi vida, o un trabajo seguro. Tuve suerte, me situé en el otro lado, en la seguridad de ver a los primos o a los hermanos de aquellos a los que había explicado el mester de clerecía o las subordinadas sustantivas. En la seguridad de no moverme. Ellos, los jóvenes maestros, profesores, tendrán que esperar mucho más. Y encima, me hacen sentir culpable porque mi sueldo a fin de mes depende hoy de su vaivén en la búsqueda de ¿qué? Hay una acepción en el diccionario de la RAE de la palabra "interino" que me encanta. Es la de "sirvienta de una casa particular que no pernocta en ella" Dejando a un lado la poca capacidad de nuestra alta institución para amoldarse al habla y su predilección por quedarse en la norma, obviando el contexto por ser extralingüístico (o eso dicen ellos), en realidad tienen hasta razón si pensamos que un interino es la persona que le saca las castañas del fuego a la Administración pero sin pasarse, sabiendo siempre que no podrá quedarse a descansar. que habrá siempre que irse. Y yo no dudo de que ello sea necesario pero me apena ser un poco inteligente y reflexionar sobre las fuerzas que hemos gastado en formarlos, en hacerlos competitivos, en engañarlos diciéndoles que un título siempre será un titulo. Para decirles después que no hay sitio para ellos, que estamos nosotros, los que trabajaremos más, los que nos tragaremos 39 alumnos por aula, los que llegamos antes que ellos. Yo, si fuera joven, pediría el billete de vuelta y me dedicaría a acampar en la Puerta del Sol, aunque no me dejaran, aunque esos otros que decidieron no ir a la universidad y coger un casco, que tardaron menos en conseguir el sueño de cobrar a fin de mes, no me entendieran y repitieran consignas mientras levantaban vallas para no mostrar la indignación en los telediarios de las tres. Pero, bueno, que echaré de menos a mis compañeros itinerantes, seguro que los niños también y hasta los padres de los niños que ya no se creen eso de estudia mucho y podrás ser independiente. A mis compañeros interinos les quedará Berlín. Siempre que sepan amasar una pizza o hacer una cama. L.R.CH

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