jueves, 10 de mayo de 2012

Invocando a Tzara

De verdad que me he tomado cuarenta y ocho horas de reflexión. Primero, en el fragor de lo obvio, pensé en invocar a la paradoja de los 10.000 millones versus 11.000, gana la banca, pierde Sanidad y Educación. Luego, más tranquila, después de escuchar la cola del autobús y las noticias de las nueve, aunque no en ese orden, he llegado a la conclusión de que eso era lo que se esperaba. Que estaba premeditado. Que lo que se pudiera escribir sobre esa antonimia, estaba decantado desde el momento en que se recortó y se ideó la semana. Así que, me dije, pelillos a la mar. Esperaré otra feliz estratagema, porque soy muy lista. Pero, de verdad, lo prometo, nunca imaginé que hoy pudiera decir que he sido derrotada. No han creado el chiste fácil, la pancarta deliberada, el eslogan premeditado. Ahora lo que existe es una búsqueda a ciegas de la palabra que lo resume: "dadá". Y me imagino, a principios del siglo XX, a aquellos que estaban intentando cargarse el mundo que los rodeaba, aunque nadie supiera que lo estaban haciendo. Los imagino llenos de absenta y humo, de noches sin dormir, de esa euforia que da lo que sabes que te hace menguar sin hacerlo a otros. Y si ellos, por asomo, hubieran pensado que, casi un siglo después. algunos, dentro del mundo al que querían espantar, hubieran llegado a ser tan maliciosos como para retomar su absurda forma de ver el mundo y hacer de lo blanco, negro, creo que se hubieran dedicado a seguir expresándose en sonetos y redondillas. Pero no. Los falsos dadaístas de ahora han nacionalizado un banco para no darse con el muro de la justicia y no han tenido ningún pudor en presentar a la ciudadanía un dos frente a dos y medio, como si les diera igual lo que deduzcamos; como si creyeran que son los Tristán Tzara del 2012. Bueno, al fin y al cabo, todo lo que parece que se enfrenta a ellos, termina por leerse en los libros de Historia, Como una anécdota. L.R.CH

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