Hoy es otro gran día. Sí, otra
vez. A ver, en algo hay que entretenerse, eso sí, si el FMI nos lo permite. Lo
mismo les parece mal que Portugal y España anden descabezadas y locas por
noventa minutos detrás de un balón. Lo mismo piensan que deberíamos vestirnos
de luto, apagando televisores para no gastar luz. Quizás sería mejor que le
regalásemos el título directamente a Alemania, que al fin y al cabo, es la que
paga la indolencia y el despilfarro de lusos y españoles. La pobre. Una cosa es
tener que dirigir Europa, dictar las normas de la economía del euro, poner
condiciones para seguir sacando beneficios en la lucha de deudas, andar de acá
para allá cargándose el bienestar, y un poco más, de todo país que pida algo, y
otra, muy distinta, el colmo de los colmos, poder ser despedida sin piedad de
la Eurocopa, bien por un país al borde del precipicio como Italia o bien por
una Península Ibérica a la que tanto está ayudando y que tanto le debe. Pobre
Alemania. Lo dicho, mejor no jugamos, nos retiramos a llorar nuestros pecados,
le regalamos el balón y aquí no ha pasado nada.
Ya llegarán otros campeonatos que
ganar. No seamos egoístas. Ahora es el momento de agradecerles a los germanos que tengan tanta
consideración con nuestros bancos que, pobrecitos, están dejando de aumentar
sus ganancias, o con nuestros gobiernos que ya no saben qué hacer para ceñirse
el cinturón del déficit. Que Cristiano e Iniesta se vayan ya de vacaciones, que
no se empecinen en ganarse el uno al otro para llegar a enfrentarse a ellos, que se pongan a
trabajar para la liga que viene. Ellos que pueden. Mientras, nuestros jóvenes
que se dejen de tanta banderita y tanta bufandita, de tanta cerveza delante del
plasma o tanto canto. De tanto aprobar la Selectividad para meterse en una
fábrica de parados. De tanto echar currículos malgastando dinero en papel. Que
se olviden de las redes sociales para animar a sus respectivos equipos.
Los pobres, y Portugal y España
lo son, no tienen derecho a un balón de cuero. Si acaso de trapo. Y eso si es
que los trapos se devuelven después, A un diez por ciento de interés.
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