martes, 3 de abril de 2012

25

Tantísimas miradas. Caras, gestos, abrazos, saludos, enfados, besos, encuentros, olvidos, felicitaciones, borracheras, bailes, ilusiones, decepciones… Sería acudir al tópico imaginar todas las situaciones que 25 anos pueden ofrecer. El cuarto de siglo y todas esas cosas. Un número redondo por lo tanto. Si cumplir anos sirve para repasar lo ocurrido durante el anterior, hacerlo con uno con apariencia de punto y seguido, hace pensar en todo lo vivido durante ese primer cuarto de siglo. Repasar, comprobar, corregir o recordar simplemente. Lo cierto es que siempre se llega (a no ser que mueras, algo irremediable, y por lo tanto en lo que no se debe gastar demasiada energía). Y el hecho de llegar provoca que un simple paseo por una calle entre desconocidos en una ciudad que no me decía nada hace apenas 10 meses, cause pensamientos profundos. O con apariencia de esa profundidad al menos. Por eso, cuando hoy veía la cara de la misma mujer que me encuentro cada día desde hace 5 meses, en el mismo lugar de la calle, daba la impresión de tener otro significado. Como si descifrara sus pensamientos, o al menos los inventara: durante 5 meses he podido estar viendo la cara de una mujer que, digamos por ejemplo, piensa cada manana en lo desdichada que es por no poder clamar a los 4 vientos el enamoramiento juvenil que sufre/tiene hacia su companero de trabajo casado. Por lo tanto, de lo que he visto durante todos estos días, de estos 5 meses, que parece lo más vivo (no hay acción que denote más vida que moverse, andar en definitva), realmente es lo más muerto. Porque en su rutina encierra su verdadera causa por la que respirar.

Este ejemplo es válido para todas aquellas personas que no se abren ante nosotros. Es decir, el 99 por ciento. Hasta una pareja, una madre o un hijo, guarda algo para ellos. Lo pude comprobar en el revés más duro de mis 24 anos. La muerte de mi abuela, durante la cual, su última sonrisa daba la sensación de reirse sobre algo que nosotros nunca supimos. Ya sabemos que el arte es una forma de exponerse, y bien lo sabe quien haya leído alguna de las entradas de este blog. No es que considere mis escritos arte preciosista, digno de reconocimiento o algo especial, pero sí lo considero arte en el sentido de que expongo lo que pienso. O al menos lo que siento, algo mucho más íntimo. Pero todos seguimos teniendo secretos, y esos son inviolables.
Releyendo lo que he escrito, hay un hecho diferenciador. Mi amor por la mentira. Por las actuaciones que no sentimos realmente, pero nos hacen bien. Creo fervientemente que nos dan más de lo que nos quitan. Y aunque no recomiendo este método de vida, tampoco podría criticarlo, puesto que todos lo hemos seguido alguna vez. Aun así, vuelvo a donde empecé: es misterioso e inquietante imaginar que la persona con la que compartimos trabajo, salidas o colchón, no han llegado a mostrarnos su verdadera realidad. Según el actual gobierno, quizá habría que inclinarse por una amnistía de los recuerdos: aflorar todos nuestros pensamientos íntimos, comprobar la realidad, y perdonarnos entre todos y olvidarlos. Todo a un módico 7 por ciento de tributación: el dinero lo puede todo.

Pero no. Yo me quedo con lo que ocurre día a día. Con lo que quizá no sea la auténtica verdad, pero da felicidad. Con un abrazo real. Con lo que ocurre. No con los pensamientos internos. Es imposible controlar todos lo que pasa por la cabeza de los que nos rodean. Tan difícil como quedarme con un momento de estos 25 anos de vida (en realidad 24). Pero sin duda, tal y como los recibí, estuvo marcado por la presencia de personas que me hacen feliz. Y qué más se puede pedir.

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