domingo, 22 de abril de 2012

De sábados y goles

El sábado a las ocho de la tarde se paró el país. Bueno,ya, era sábado. Pero se notaba. En el supermercado, el personal llenaba los carros con cervezas (marca blanca) y alguna que otra botella de ron. Y patatas fritas y panchitos. No está la cosa como para ir al bar y tener que tomarse un par de copas para ver esas pantallas gigantes, sin saber, además, quién se te sentará al lado ni cómo te mirara si hay que celebrar un gol. Así que, a buscar una casa con posibles en la que los dueños todavía pudieran permitirse el lujo de pagar un canal. Y allí se fueron todos, los culés y los merengues. Estaba claro que a la mitad se les atragantaría la aceituna mientras a la otra mitad el sabor a anchoa se le convertiría en movimiento de cadera. Claro que también hubiera podido pasar que todo quedara en tablas. Seguramente primos, hermanos y amigos hubieran terminado hablando de fútbol y, de paso, poniéndose contentos cada cual con lo suyo. Pero no, ganaron aquellos que ya ni se acordaban de lo que era humillar al contrario y besar a la Cibeles. Y salieron a la calle, a celebrarlo, mientras los otros cerraban sus ventanas e intentaban dormir. El lunes será otra cosa: el que tenga trabajo, madrugará; el que no lo tenga y haya ganado, mirará el horizonte con una sonrisa; el que no lo tenga y esté todavía acordándose de aquella jugada que no pudo ser, se tapará la cabeza y soñará con un martes diferente al sábado en el que fue derrotado. Pero la única realidad será que todos, unos y otros, los vencedores y los vencidos, no tendrán más remedio que volver a una educación mermada, a una sanidad más cara, a unos cuantos Eres más, a alguna que otra subida del transporte público o del agua o la luz, a la tenaza de los mercados. Menos mal que, en la próxima manifestación, los que ganaron y los que perdieron habrán olvidado tanta tontería y gritarán. Y esta vez no será por machacar al rival blanco o azulgrana. Será porque no pueden más. Aunque los que han ganado virtualmente la liga pensarán que a nadie le amarga un dulce y que, aunque el futuro sea un negro embudo, Cristiano marcó un gol. A los otros, siempre les quedará Messi. LUISA RUIZ CHACÓN

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