Es esa sensación. No aparece. Fluye. Está. Puedes estar
escuchando música a cientos de decibelios que no se borra. Es esa última capa,
la que no se ve. La que incluso nosotros no queremos ni tan siquiera mirar. La
que descuadraría nuestro plan de vida. La que es egoísta, ilógica. La que va
contra nosotros mismos. Cómo puede ser que algo tan íntimo y oculto nos mate.
La vemos en aquellas situaciones, por ejemplo, en las que
alguien abandona aquella persona que le hace la vida más fácil para luchar por
quien le pone obstáculos. Es rebelde y va contra todo, sin pensar en
consecuencias. Quizá es por el sentimiento de opresión en el que vive. Nadie
puede ser revolucionario si no siente opresión. Por eso cuando sale, se nota. Y
deja a quien está alrededor estupefacto. Incluso al portador de la capa, quien
podía imaginar qué tenía dentro, pero no su fuerza.
Es la vida.
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