Guillermo Marconi murió en 1937.
Nikola Teslalo lo hizo en 1943. El uno sabía del otro mientras estuvieron
vivos. Y deben haber conversado eternas horas después de cerrar los ojos por
última vez. Teslalo fue algo así como el ingeniero técnico que puso las bases
para crear un aparato que fuera capaz de propagar ondas, y con ellas un
mensaje, desde un punto del mundo a otro. Marconi fue la primera persona en
este planeta que se percató de que ese mecanismo podía dar dinero, cuando
dedujo que la radio no solo podía servir para informar acerca de las
coordenadas de un barco, sino que podía ser un medio de comunicación para la
sociedad. Los medios impresos tenían, a partir de ese momento en la radio, una
nueva compañera. Y con ella, los medios de comunicación alcanzaban una nueva
dimensión.
Es incuestionable que hasta el
siglo XX los periódicos habían sido muy importantes en algunos momentos de la
historia. La revolución inglesa o francesa pudieron dar buena cuenta de cómo
las redacciones de las gazetas del momento eran tan importantes para el
incendio social como las armas más potentes (incluso se guardaban pistolas en
las redacciones de los periódicos). Pero eran hechos aislados. Rotativos que
morían con el objetivo consumado. La censura imperante en todos los países que
se hacían llamar demócratas, acababa con cualquier medio privado que pudiera
ocasionar dolores de cabeza a la clase política y noble. Tan solo quedaban
aventuras en las que había que hilar fino para leer una crítica. Otro motivo
que imposibilitaba la categorización como medio de comunicación de masas de
estos antiguos periódicos era el evidente analfabetismo de la población y la poca
capacidad de entretenimiento que tiene la lectura en comparación con el sonido
y por supuesto el vídeo. Teslalo no lo sabía pero con su invento ofrecía una
perla en dulce a la visión práctica de Marconi. El germen del imperio
empresarial-periodístico-político estaba iniciándose. La miel ya se había
colocado en medio de la plaza: tan solo quedaba que las avispas se acercaran a
ella.
Este hecho es, sin duda, una de
las variables más importantes del siglo XX. A partir de este momento nace un
lenguaje mediático; la manipulación y la persuasión se convierten en principios
para todos los campos y la sociedad se convierte en audiencia. Lejos de tratar
en esta entrada las consecuencias de la llegada de los medios de
comunicación de masas (nos
llevaría al menos un año de la carrera de periodismo darnos cuenta de que
pintamos más bien poco en esta cadena), trataré en mis próximas entradas a
desgranar los grupos empresariales mediáticos de nuestro país. Los más
importantes. Para saber por qué han actuado de una manera en un momento
determinado y de dónde viene el dinero. Tratar la fusión de la empresa con la
malherida ética periodística. Sin olvidar que cuando hablamos de ética periodística no es de un ente alejado de la población, sino de las reglas que se deberían seguir para no mentir al pueblo. No es moco de pavo, desde luego. No es un juego de buenos y malos, desde luego. No hay izquierda y derecha en el dinero. Por eso no existe izquierda y derecha en los grandes grupos mediáticos. Ya decía uno de los periodistas más importantes del siglo XX, el polaco Ryszard Kapuscinsky, que cuando se descubrió que la información era un negocio, la verdad dejó de ser importante.
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