domingo, 15 de julio de 2012

Títulos


Desde que escribo, y de eso hace unas cuantas décadas, siempre he sabido, aunque no recuerdo muy bien cómo, que el título es siempre lo primero. De una novela, de un artículo. Quizás no de un poema, porque estos pueden ir por libre. Se les cita por el primer verso y basta. No necesitan nada más. Para eso son poemas. El yo que se sale de los poros. Se les permite todo. Incluso la incoherencia. Se pueden llamar “Sonatina” y hablar del tedio que te lleva a la tristeza. O “Eternidades” y referirse a la creación. Nunca me he preocupado de ponerle nombre a mi poesía. Sonaba bien y punto. Con las canciones ocurre un poco lo mismo. Pueden llamarse “On the corner” y hablar de la pobreza de unos niños que tocan para subsistir. También aquí, en la música, las palabras no quieren ser encorsetadas bajo un título.
Pero, cuando se trata no de desnudarse en primera persona, sino en tercera; cuando lo importante es lo que está pasando fuera, narrar,  opinar,  interpretar, los títulos son lo más importante. Uno bueno te puede llevar a que muchos ojos se detengan en lo que viene después. Uno malo o anodino, a que nadie piense en perder su tiempo en las líneas que lo siguen. Por eso hemos inventado nuevos medios de comunicación que hacen de los títulos una especie de altar: twitter, facebook, diarios digitales. Todos queremos dejar nuestra impronta en un estado, en un comentario, en un tweet. En pocos caracteres. Como en un título. Y, además, no hace falta censura para evitar que nuestro yo se haga dueño de las palabras. Simplemente no nos dejan escribir más. Nos anulan la comunicación. Nos obligan a la tercera persona y a la oración enunciativa. A lo sumo, nos permiten un signo, un pequeño signo, de interrogación o exclamación, para deshogarnos un poquito. Solo un poquito.
Pues bien, hoy no me sale un titular. Y eso que quiero escribir un texto argumentativo sobre lo que está pasando. No sobre lo que siento que nos está pasando. Querría ser lo más objetiva posible. Sin sensacionalismos ni anécdotas. Contemplar la realidad y plasmarla. Solo eso. El miércoles, el Presidente de un país en bancarrota explicó a su Parlamento lo que iba a hacer para evitarla. El viernes lo ratificó mediante decreto. El sábado clausuró una reunión con su partido antes de tiempo y les dijo a los suyos que no se avergonzaran de lo que había dicho el miércoles y había firmado el viernes. El domingo, la Presidenta del país que había ordenado que se hiciera lo que el Presidente de la nación arruinada dijo que iba a hacer, informó de que no había más cuerda que tensar en el suyo pero que todo era por el bien de Europa. Durante esos días, algunos ciudadanos del país arruinado salieron a la calle, un poco molestos. El Presidente los comprendió pero recriminó su poco entendimiento de la situación. El lunes siguiente volvió a subir la prima de riesgo de la nación en números rojos, mientras los que habían propiciado el callejón sin salida de los recortes en los sueldos, en el desempleo, en los créditos, en las aulas y en los hospitales, recibían su compensación para no desaparecer.
Eso, que no me sale un título. Quizás porque no existe o porque lo que nos está tocando vivir no puede ser resumido en menos de diez palabras y sin verbos.

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