martes, 8 de marzo de 2011

La persona como recuerdo

Los objetos, los muebles, una silla, una blusa. Nos recuerdan a cosas, a olores, a besos, a riñas, a voces. Todo lo que conlleva una persona. Lo que nunca pude creer es que la persona pudiera traer el recuerdo. No el recuerdo de sucesos, sino de sentimientos. Cerrar los ojos, volver a un escenario, medir tu felicidad. Entonces te aterra pensar que la causa de ese sentimiento es simplemente una persona. Una persona que quizá no vuelva, que no aparezca. Y entonces, el recuerdo se queda como eso. Algo en la memoria.

Lo peor es que lo que queda en la memoria es lo que no vuelve a pasar. Imagina pasar por una carretera llena de sonrisas, música agradable, placer, risa. Y que ese kilómetro acabe pasando, y nunca vuelva.

Siempre creí en la capacidad que tienen los objetos. Tonto de mi. No me había dado cuenta de la capacidad que tiene una persona. Entonces... el sentimiento se queda congelado. No hay forma de volver a él, pero lo sientes. Te mira, te hace recordar. Tiene ojos, boca, labios, besos. Pasas por delante de él cada día sin poder alcanzarlo. Sólo te queda relatar las palabras que te dijo alguna vez, recordar lo besos que te dio o recomponer el olor que está clavado en tu memoria.

Y esperar que ese recuerdo, tal y como tú lo conociste, no lo conozca nadie más.

1 comentario:

  1. Los recuerdos son como ese cosquilleo que roza la piel cuando se abre la ventana al final de un caluroso día de verano. En nosotros está que la brisa se quede para siempre o que, al volver a cerrar la ventana por la mañana, busque un espacio del que no volverá.

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