viernes, 11 de marzo de 2011

El desorden de la mañana

Folio en blanco. Todo por empezar. Día nuevo. Hay sol. No hay pensamientos. Mente clara. Agua caliente. Manos frías. Café hirviendo. Cada vez que se levantaba, ÉL no confeccionaba pensamiento alguno en su mente. Todo era puro. Angelical. A cada paso que daba, la nebulosa que formaba su cerebro iba conectando de tal manera que los recuerdos se hacían cada vez más palpables. De repente, una noticia en la radio le hacía recordar que esa mañana debía llamar a aquel vecino cuyo acerado llevaba sin pavimentarse más de dos años. Sería una buena noticia, si se trata bien, reflexionaba mientras se enjuagaba la cara.

Cuando bajó a la cocina, recordó a través del olor del café que ese día le tocaría comer en el trabajo. Ese recuerdo le evocó que tenía en un tupper preparado pollo asado. Ese mismo pollo asado que ayer vio cocinar a su madre tras venir de jugar al fútbol. Un partido que había jugado con aquellos amigos a los que nunca veía si no tenían un balón en los pies.

Los recuerdos empezaban a conectar unos con otros. Cuando estaba a punto de abrir la puerta casi todo su universo estaba de nuevo ordenado. El sueño había dejado escapar todo lo que había ocultado durante la noche, y la calle que veía nada más salir de aquella acogedora casa era la que él tenía en el baúl del recuerdo. Atravesando esa carretera de imágenes, olores, tacto, llegó a ELLA. ELLA volvía a estar mirando desde arriba todo lo que ocurría abajo. Tenía poder sobre toda su mente, y era capaz de relacionar por ejemplo una canción con su recuerdo. O una simple frase, con su risa. Cuando se topó con ELLA, a ÉL no le quedó más remedio que sonreir. Volvía a estar todo como lo dejó anoche. No sabía si por suerte o por desgracia, porque el reucerdo comenzaba a atormentarle. Pero hasta ese momento, recordar a ELLA le hacía feliz. Por eso, un día más, volvío a conducir imaginando sus besos, su cuerpo andando, e incluso el sexo que llegó a tener con ELLA.

Como siempre acabó pensando que poco tiempo antes, ese recuerdo lo pudo tocar. Y entonces ÉL tuvo la certeza de que así lo volvería a hacer.

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