sábado, 22 de septiembre de 2012

22 de Septiembre

Yo llevaba un vestido azul y una cinta dorada en la frente. Él, una camisa blanca y una barba poblada. Yo llegué corriendo, casi si aliento, con las margaritas sudadas entre mis dedos. Él vio cómo el autobús tenía que pararse ante un convoy militar y se bajó y corrió todo el puente, también sin aliento. Los dos nos miramos un instante, solo un instante, antes de que el ujier nos nombrara. Los dos nos sentamos ante el juez, soslayando por el rabillo del ojo la sonrisa de Luna, con su vestido de croché, todo azul. Y tan guapa!. No recuerdo lo que dije. Ni lo que dijo. Algo diríamos porque todos gritaron y aplaudieron. Todos nos esperaron a la salida y tiraron arroz. Todos anduvieron cogidos del brazo hasta mi casa. Todos comieron y bebieron. Las vecinas regalaron jarrones, los padres de uno y de otro lloraron. Y nosotros nos seguíamos mirando. Solo un poquito. Lo justo. Como hasta ahora. Dejando espacio. Amándonos en esa distancia respetuosa del que sabe que decir "sí, quiero" solo significa: "compartiremos una vida, aunque tú sigas siendo tú y yo no seré tu espejo sino que me buscaré el mío propio para  amarte" Lo demás, es historia. Un David que nos engrandece y la sonrisa de Luna sobre sus hijos.

1 comentario: