Llevo un tiempo
queriendo escribir sobre la ¿última? reforma educativa. Pero cada vez que me
siento delante del ordenador e intento poner en orden mis ideas, me bloqueo. No
porque no tenga nada que escribir al respecto. Se me ocurren un par de cosas al
menos, como explicar que describirla como una vuelta a la enseñanza de la
Transición es quedarse corto o que es un burdo intento de que solo los hijos de
la burguesía lleguen a algo en una España que se les había ido de las manos,
con tanto hijo de obrero y de dependiente saliendo con un título bajo el brazo
y hasta con un viajecito al extranjero para aprender idiomas. Burdo intento,
sí, porque estos últimos treinta años no tienen vuelta atrás, aunque les pese.
Pero, bueno que,
aunque tuviera cosas que decir y desde dentro, pues tampoco me apetecía. A ver.
Llevo veinte años en centros de Secundaria, curso a curso. Desde el día en que comencé a intentar que
mis alumnos llegaran a la conclusión de que era importante escribir y hablar
bien, han pasado sobre nosotros siete sistemas educativos. Bueno, miento, en
realidad la única catarsis fue la de la obligatoriedad de ir a la escuela hasta
los dieciséis años. Los otros cambios fueron alteraciones ideológicas,
dependiendo de quien tuviera los mandos del poder. Que si ahora quito una hora
de aquí para ponerla allá, que si ahora introduzco una materia, que si ahora
esa materia no me gusta y la cambio por otra, que dejo que los papás hablen,
que no puede ser y devuelvo la vara al director… LODE, LOGSE, LOE… y ni idea de
cómo se llama la del ministro Wert.
Y además (para no
perdérselo) todos estos años escuchando y leyendo que, pese a tanto vaivén, somos un desastre, que andamos en la cola de
Europa en Matemáticas, en Idiomas, en el conocimiento de nuestra propia lengua.
Comparándonos con Finlandia, con Alemania, con cualquier país, incluso
imitándolos, sin tener en cuenta las
posibles diferencias de población, de clima, del tanto por ciento de los
presupuestos destinados a educación… Simplemente, parecemos ser más torpes o
peor enseñados.
Pues eso, que no
me apetece escribir sobre la ¿última? reforma educativa. Pero sé que lo haré. Tanta
materia gris ideando el futuro de la próxima generación merece, al menos, un
comentario.
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