viernes, 5 de julio de 2013

Egipto en julio

Reconozco que estos últimos días he intentado pasar. No he visto los telediarios. No he oído la radio. No he leído la prensa. Mis dedos, en el google, se han vuelto perezosos y solo se han permitido salir de la indolencia para buscar una receta de cocina con calabacín o un curso interesante, barato y algo frívolo sobre cómo llegar a narrar una historia, en siete pasos, y que sea un éxito. También he sido espectadora de la final de Masterchef.. Y en los escasos minutos en que me invadía la culpa, he navegado en busca de una oferta de trabajo que no fuera sin remuneración, para que mi hijo dejara de tener que volver a hacer la maleta y tener que comprar un billete a tierras lejanas. Así que, lo reconozco, he pasado de la crisis, de la corrupción, de la prima de riesgo y hasta de la ley Wert, con lo mucho que esta última me pone de los nervios.
Pero... esta mañana... cometí el error imperdonable de cambiar el dial mientras me esmeraba en sacar lo mejor de sí a un tomate que se resistía a un baño de aceite y albahaca. Y entonces... fue el final del verano. Escuché. Dejé el cuchillo sobre la tabla. Volví a escuchar. El presidente ni está detenido ni no lo está. Lo que ha pasado ni es un golpe de estado ni no lo es. El ejército ni se impone al pueblo ni no se impone. El pueblo ni reniega de lo que votó hace un año ni no lo hace.
Claro, ante tanta ambivalencia, una no puede inhibirse. Conseguí enterarme de que estaban hablando de Egipto y respiré. Por un momento había creído que se trataba de nuestro país y me dio una especie de palpitación creciente que hizo daño al pobre tomate. Pero no. No se había descubierto aún que España es el país en el que el señor que nos gobierna ni está ni no está;  en el que lo que se votó hace más de un año ni es un movimiento retrógrado ni no lo es; en el que los datos de desempleo y deshaucios que nos ahogan ni son buenos ni malos sino todo lo contrario. Estaban hablando de Egipto.
Me tranquilicé y conseguí laminar un ajo. Pero luego no tuve más remedio que olvidarme de decidir entre el vinagre de jerez y el de módena. Porque. la verdad,  me hizo pensar eso de escuchar a tanta gente como yo, con su verano añorado, relatando cómo está muy bien que se puedan quitar presidentes elegidos por medio, otra vez, de la virtualidad de las armas. Cómo está todo justificado, en aras de intentar alejarse de otro mal mayor, ese que parecen haber vislumbrado ahora porque no se habían dado cuenta de que lo único que pretendía era hacer valer una ideología. 
Y transpuse.  Estoy un poco liada.
Esto de la política  - da igual el país, la religión y la raza; el sexo, no, porque todavía no hemos podido las mujeres demostrarlo - parece ser siempre igual. Los egipcios, sin embargo, han demostrado que donde ponen reyes, los quitan. Solo han estado unos días acampados y pidiendo una dimisión. Y no la han conseguido pero sí han logrado quitarse del medio al que no querían,  Los europeos, con lo que nos está cayendo, tomamos las calles llamando mentirosos a nuestros dirigentes, implorando que se vayan aunque les hayamos votado, protestando contra sus leyes arbitraria... y solo hemos conseguido declaraciones sin preguntas, promesas estériles y alguna que otra bronca por haber sido tan manirrotos. 
Mientras emplataba la ensalada, casi envidié al pueblo egipcio, pero luego - esto ya sin escuchar-  pensé que si occidente, con EEUU a la cabeza, decía que esto no es un golpe de estado, es que Egipto debe esconder entre sus pirámides el chocolate del loro.
 Y después de tanto cinismo, tiré la radio por la ventana y conseguí presentar un primer plato decente.
Quizás solo me queda eso. 


No hay comentarios:

Publicar un comentario