martes, 6 de septiembre de 2011

Castillo de naipes

Vivir en la mentira. Maridos y esposas que son infieles, orígenes que no son reales, vidas de anuncio con intrahistorias corrientes. Sonrisas diurnas convertidas en lamentos nocturnos. La sociedad ha puesto a lo largo de toda la historia modelos en los que insertar nuestras vidas. Con la llegada de la sociedad de masas, el consumo global ha acentuado aun más esos estilos de vida recomendados. Recomendaciones llegadas a través de anuncios, boletines, programas de televisión, charlas en los restaurantes más lujosos de Nueva York que acaban resonando en las paredes más vulgares de cualquier ciudad del mundo. Si la moda decide ese año que el escote es más bajo, a los dos meses todas las mujeres del mundo lo tendrán en cuenta. Si comienza a ser normal que la mujer conduzca, los volantes empezarán a llenarse de manos delicadas y con uñas pintadas. Las ideas consumistas viajan en el vehículo de la mentira hacia la realidad. A pesar de las posibles críticas del consumismo más voraz, que también resuenan con fuerza, es imposible que desaparezca todo eso. Porque habita en la mente. En las aspiraciones más íntimas, que pueden ir desde conseguir un ascenso a quitarle el marido a la vecina. En los sucesos más dramáticos en cualquier vida. Que acaban por olvidarse por el bien de todos. El olvido es un magnífico mecanismo para protegerse de todo lo que nos pasa. Siempre podemos recurrir a él, aunque el hecho sea el más extremo que puedas pensar. Un asesinato se cubre con olvido. Una traición, un aborto, una familia. Todo lo cubre el olvido. Vaciar la mente, tapar todo con una buena pala, poner muebles nuevos y listo. Quizá también pueda estar la teoría de que todo lo que haces acaba persiguiéndote. Pero yo no creo en ella. Tan solo te persigue si aparecen circunstancias que desentierran esos recuerdos. Pero eso no sería olvidar. Si no fuera así, no cabría en la cabeza que los asesinos puedan seguir viviendo. O que los infieles puedan llegar a la cama y abrazar a su mujer, horas después de hacerlo con su amante. Supongo que hay personas capaces de activar más frecuentemente ese mecanismo. Sin apenas concentración. Natural. Van creando etapas en el mismo día. Son capaces de dividir 24 horas en 3 tramos. El de la amante, el de la mentira, y el de la familia feliz en casa. Suelen ser, pienso, las personas con mayor poder de decisión. Porque no piensan en la siguiente etapa. No piensan en las consecuencias. Tan solo quieren llevar su idea a cabo. Cabe pensar que no son tan malas personas como puede parecerlo. Quizá, simplemente, se adaptan mejor al vehículo real: la mentira.

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