domingo, 20 de enero de 2013

Kilómetros

Un kilómetro es un kilómetro. Vamos, que no es más que una medida que hemos inventado para intentar cuadricular nuestro espacio. Al menos el espacio que somos capaces de pensar, porque seguramente existen otros, en algún lugar, que escapan a nuestra mente.
Yo conduzco dieciocho para ir a trabajar. También ando seis dos veces a la semana. A ochocientos y pico están las sonrisas que me hacen vivir y a ocho mil quinientos sesenta y nueve, alguien que salió de mí y que ahora ve otro mundo y siente de otra manera.
A través de él, yo también vislumbro otras cosas.
Sin embargo, sigo recorriendo mi casa como una loca lorquiana;  esta casa, que no llega ni a una centésima parte de lo que es la distancia que nos separa. Mi casa que fue la suya y que veo ahora tan extensa como si el salón fuera el estrecho y el patio media África con sus macetitas.
Pero ahora, los kilómetros se han encontrado con su mentirosa esencia.  Todo está a un click de ratón:  poder mirar a los ojos al que se ha ido;  transmitir un sentimiento o una idea; cantar una nana y enviarla para que se escuche en cualquier lugar del mundo; compartir un momento con aquellos que te observan.
Nos hemos cargado los kilómetros y los metros, los segundos y las horas. Si Kant levantara la cabeza, tendría que reescribir su Crítica de la razón pura línea a línea. O quemarla. Él, que andaba siempre preocupado por las normas de un mundo que ya no existe.
Y menos mal. Porque si al dolor de echar a esta juventud,¡tan preparada!, de su nido, tuviéramos que añadir unas medidas veraces, como hace no más de veinte años, la mitad de las madres de España también habríamos salido corriendo detrás de nuestros hijos e hijas.
Pero no, un kilómetro ya no es lo que era. Y nuestro país tampoco.

No hay comentarios:

Publicar un comentario